El 23 de octubre de 2025, nosotros, los novicios y novicias de la Familia Dominicana, nos reunimos en el Philippine Dominican Center of Institutional Studies (PDCIS), en el Convento de Santo Domingo, Quezon City, para nuestro segundo estudio común.
Comenzamos la jornada elevando el corazón a Dios con el rezo del Rosario y la Oración del Laudes de la Liturgia de las Horas. Fue una manera hermosa de iniciar el día, centrando todo en Dios, que siempre es el primero en hablar en el silencio.
Después de la oración, compartimos un momento más distendido: una dinámica de bienvenida a través del baile. Nos movimos, reímos y sonreímos, dejando a un lado la rigidez y disfrutando sencillamente de la alegría de estar juntos. De algún modo, incluso ese pequeño baile me recordó que la formación no se trata solo de estudio y silencio, sino también de compartir el ritmo de la vida, su risa y su gracia.
Nuestra primera sesión, titulada “Identidad Dominicana”, nos condujo a una reflexión más profunda. El ponente, el P. Simon Peter D. L. Ramos, OP, nos habló sobre lo que significa verdaderamente vivir como dominicos, llevando en el corazón el signo de la Cruz. Como auténticos seguidores de Cristo, la Cruz es inseparable de nuestra identidad. Ser discípulo no consiste en cargarla como un castigo o una carga, sino en reconocerla como un signo de superación, una invitación a dar sentido a la vida y a recordar que, en cada paso del camino, Dios está con nosotros. La Cruz marca nuestros sufrimientos y sacrificios, pero estos se transforman en fortaleza, en ese amor que persevera y que cuesta algo. Y, aun así, hay alegría, porque donde está la Cruz, está Cristo.
Tras una breve pausa, nos reunimos de nuevo para la Segunda Sesión: “Colaboración en la Familia Dominicana”. Al escuchar la charla, me conmovió comprender que nuestra relación mutua forma parte de la misión misma. Colaborar no es solo trabajar juntos, sino compartir un mismo espíritu, una llamada común y un amor unificado por Dios y por la Iglesia. No estamos llamados a caminar solos; nuestro carisma florece plenamente cuando se comparte. La misión de la verdad brilla con más fuerza cuando se realiza en comunión: frailes, hermanas, laicos, monjas y jóvenes, cada uno predicando con su propia vida.
El día concluyó de manera hermosa con la celebración de la Santa Misa, donde todas nuestras reflexiones encontraron su plenitud en la Eucaristía. Allí sentí un suave recordatorio: la identidad y la colaboración nacen en el altar, donde Cristo se entrega por completo. Finalizamos con un almuerzo fraterno, lleno de risas, historias y conversaciones profundas, verdadero signo de una familia reunida en torno a una misma mesa.
Al mirar atrás, guardo en el corazón este pensamiento sereno:
“Ser parte de la Familia Dominicana es permanecer al pie de la Cruz, no en soledad, sino unidos, predicando con la vida la Verdad de que el amor siempre redime.”
Hna. Clariza Agmaliw, OP



